amo

El invierno, porque con solo abrigarte puedes calmarlo. Lo amo porque simboliza más que tristeza, porque puede impulsar a pensar y sobre todo a reflexionar.

Caminar sin zapatos, porque sentir el contacto de las plantas de mis pies con el mundo me dice que estoy viva. Lo amo, porque es un obsesión que tengo desde niña y representa un acto de rebeldía precoz.

La canción “distancias” de leucemia, porque reafirma que la lejanía no es sinónimo de olvido. La amo, porque me da esperanzas y porque “cuando hay amor, la distancia a la mierda”

El acento de los ingleses, porque está entre lo elegante y lo sensual. Lo amo porque puede volver a un actor tan malo como Hugh Grant en un gentleman súper sexy.

Formar imágenes con las nubes. Lo amo desde niña, porque en cielo nebuloso puedo encontrar formas que existen sólo en mi mundo.

El color violeta, porque no es oscuro ni claro. Lo amo, porque no se encuentra en lo común del mundo, porque es como un secreto que necesita ser descubierto.

Tener las manos frías, porque es una sensación agradable y a la vez te adelante el futuro estado de frialdad que uno tomará al morir. La amo, porque, a pesar que nadie puede decir que se siente morir, devela una parte de ese misterio.

Abrazar mi almohada cuando duermo. La amo, porque a falta de peluche apachurrable, que mejor tu almohada que guarda los secretos de tus sueños.

Los cigarros de canela, porque con ellos aprendí a fumar realmente. Los amo porque son suaves y no mortíferos.

Escuchar Jazz mientras escribo, porque me lleva a una velocidad intermedia que me ayuda a platear y resolver los problemas más remotos de mi cerebro. Lo amo, porque me ayuda a razonar sintiendo, algo muy extraño en estos tiempos.

La sonrisa de EL, porque es más que una sonrisa es una creación celestial que me recuerda que los ángeles existen. La amo y LO AMO porque es el mito hecho persona, mi locura curada, mi odio hecho amor.